(trans)Local/Universal

En la mitología, Escila y Caribdis eran dos monstruos que estaban en orillas opuestas de un paso marítimo. Si un barco se acercaba a Escila perdería seis hombres que serían devorados por cada una de las sendas cabezas del monstruo. Si se acercaba a Caribdis, el barco sería tragado entero porque este otro monstruo creaba enormes remolinos. El paso era lo suficientemente estrecho como para no dejar que hubiera ninguna ruta segura a salvo de los dos monstruos. Según Homero, Odiseo fue uno de los que se vio obligado a pasar entre Escila y Caribdis. De esa mitología surgió la expresión “entre Escila y Caribdis” para aplicarse a situaciones en las que hay que elegir entre dos males.

Ese es más o menos el problema al escribir sobre multiculturalismo, especialmente en referencia a una manifestación altamente tribal como es el heavy metal. Por una parte, se puede tomar el punto de vista romántico que toma en cuenta todas las ventajas de integrar diversas culturas en torno a la música. Mencionar, por ejemplo, una posible escala de cultura que tendría en un extremo lo universal, el cosmopolitismo y en el otro lo local, los particularismos. Una tabla de referencia de esa naturaleza daría cuenta de quienes no quieren saber nada de folclores ajenos, mucho menos de cultura general o cultura universal, como individuos localistas, desconfiados de lo que no conocen, aferrados a las tradiciones de su tierra y, quizá, de poca educación y bajo nivel económico, contrastándolos, en oposición total, con el sabio, el humanista y el gran artista, quienes encarnan los más caros ideales de la cultura universal y con sus obras trascienden la mortalidad. Tomando esa escala como punto de partida, enseguida tendría que caracterizarse a los jóvenes metaleros de ciudades rurales como Madera. Se afirmaría de ellos que al abrazar un género musical (junto con formas de vestir, de hablar y de pensar) que es de importación, se canta en otra lengua y preconiza (impulsa) mitologías que no son nuestras (p. ej. las espadas, magos y dragones del power metal), valores que no son nuestros (p. ej. el hastío del obrero citadino) y protestas que no son nuestras (p. ej. contra la guerra de Vietnam), estos jóvenes no caben en ninguna de las dos puntas de la escala. De ese modo, representan a los que no se conforman con la cultura localista y aspiran a una cultura universal. Diríase que en sus ideales está presente la sabiduría en potencia.

Por la otra parte, también es posible proceder a la inversa. En lugar de tratar de universalizar el particularismo del heavy metal, percibir la manera en que éste se articula con una universalidad real preexistente. Tal universalidad es, obviamente, el capitalismo globalizado que, aparentemente, llegó para quedarse.

Los problemas con ambas visiones (de ahí la metáfora mitológica) son los siguientes: el primero peca de ingenuidad. No da cuenta de la homogeneización sin precedentes del mundo contemporáneo en la que la coexistencia de mundos culturalmente diversos es sólo una apariencia de tolerancia multiculturalista, cuya verdadera cara es la colonización de todo, más allá de caducas identidades nacionales.

La segunda perspectiva de tan pesimista nos causa el pesar de creernos impotentes ante esa forma de opresión colonialista mundial. Ante la ingenuidad de una izquierda que se entretiene en juegos teóricos del espacio político, incapaz de articular un verdadero gesto crítico e ideológico, pareciera que el mundo está condenado.

La Verdad debe encontrarse en el hecho de no adoptar ninguna de esas dos visiones. Negarse a pasar entre los monstruos mitológicos o pasar imponiendo nuestras propias condiciones. Una emancipación genuina es posible, pero, será asunto de mi próxima intervención.