agosto 23, 2010

El Ritmo de Todo

La idea de que el ritmo existe en todas las cosas es una de las más antiguas y universales. La tenían los griegos y los chinos y casi todas las civilizaciones del mundo antiguo. Es una idea muchísimo más profunda de lo que parece a primera vista. En el extremo más metafísico de esa clase de ideas, el ritmo no está en las cosas, sino que el ritmo es lo único que existe y las cosas son sólo apariencias. Y luego, aprovechándose de los descubrimientos de la física de partículas, esto es, de la mecánica cuántica, con el principio de que toda la materia y toda la energía son, de hecho, ondas, es muy fácil adquirir la creencia de que la ciencia contemporánea más avanzada ha probado esas doctrinas esotérico-metafísicas de larga tradición. Y esto último no es algo que le sucede únicamente a unos cuantos fanáticos del new-age y pendejadas afines (esos pobres mentecatos, en su mayoría gringos, que se sientan en una roca de Machu Picchu a llorar porque, supuestamente, han sentido "poderosas vibraciones de energía"). También hay gente seria que ha aprovechado los avances de las ciencias físicas para producir ideas serias sobre asuntos serios. La diferencia es que mientras los ocultistas a muy duras penas a lo único que llegan es a masturbarse mentalmente con sus imaginerías dizque espirituales, la gente que sí tiene sesos, haciendo las conexiones teóricas pertinentes han planteado alternativas valiosas que en su impacto práctico pueden de verdad influir para mejorar las condiciones de la humanidad. Me refiero, desde luego, a la Teoría General de Sistemas, la ecofilosofía y, en general, al paradigma holístico en ciencia y en filosofía.

Pero, no sólo conectando la tradición del ritmo universal con la física cuántica es posible hacer avanzar el conocimiento. Antes de las primeras formulaciones de la mecánica cuántica ya habían existido importantes aportaciones surgidas de conectar la idea perenne del ritmo universal con los métodos y prácticas no de las ciencias de la naturaleza, sino de las ciencias sociales y de la filosofía, ésta última en su vertiente fenomenológica. Nombres representativos en este esfuerzo son Freud, Jung, Heidegger, Mauss, Levi-Strauss y Malinowski. Aunque ellos no hablaron directamente del ritmo universal, lo trataron indirectamente concibiéndolo como parte fundamental de las prácticas mágicas y religiosas. Su influencia fue tan grande que alcanzó hasta Georges Bataille, quien trató el tema en la dimensión del erotismo. Otro de los influenciados por esos estudios antropológicos fue Octavio Paz, quien los aplicó a la poesía. En este último es en quien me quiero concentrar.

En su libro El Arco y la Lira, Octavio Paz cita el siguiente texto budista:

Adherirse al mundo objetivo es adherirse al ciclo del vivir y el morir, que es como las olas que se levantan en el mar; a esto se llama: esta orilla... Al desprendernos del mundo objetivo, no hay ni muerte ni vida y se es como el agua corriendo incesante; a esto se llama: la otra orilla.


Y enseguida demuestra que, tanto en la poesía como en lo sagrado (ojo: no dice "la religión", sino "lo sagrado", o sea, el misticismo) y en el amor (abarcando con esto también al erotismo), se da el salto hacia la otra orilla:

En las tres late la nostalgia de un estado anterior. Y ese estado de unidad primordial, del cual fuimos separados, del cual estamos siendo separados a cada momento, constituye nuestra condición original, a la que una y otra vez volvemos. Apenas sabemos qué es lo que nos llama desde el fondo de nuestro ser.


Ahora bien, si el fundamento de la poesía es el ritmo y el fundamento de la música también es el ritmo, entonces hablar de música es hablar de poesía y viceversa, de la misma forma que hablar de poesía es hablar del amor y de lo sagrado. Si no fuera un craso error, podríamos decir que la música también es un medio para saltar a la otra orilla. Pero, ya que ni lo sagrado, ni el amor, ni la poesía son medios para dar el salto, sino que son el salto mismo, de la misma manera, la música es el salto hacia la otra orilla.

Hablando de rock, tuve esa sensación oyendo en vivo una rola de RedFeets, ahora llamados Punko Crack y con una alineación un poco diferente. La rola en cuestión dice:

Cuando el mundo acabe
con la dignidad del ser humano
sólo quedará un gran sentimiento
que expresará odio hacia el gobierno
y no quede más que aferrarse
a lo que quedó de pie

¡Libertad de expresión!
¡Libertad de expresión!

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