Defendiendo la Compartición

Al terminar de teclear la palabra "compartición" queda subrayada en rojo. Error ortográfico. Es que esa palabra no aparece en ninguna de las ediciones publicadas del DRAE. Pero, según el sitio web del DRAE, va a aparecer en la siguiente edición, la vigésimo tercera. Es que las costumbres hacen leyes. Derecho consuetudinario. Así le llaman.

El Internet popularizó entre los angloparlantes la palabra "sharing", perfectamente correcta en ese idioma. Pero, cuando la práctica de compartir archivos se extendió hasta los internautas de lengua española, resulta que no había una palabra para eso y, por analogía, el pueblo, los que verdaderamente creamos el lenguaje, inventamos "compartición". Ahora los lexicógrafos de la Real Academia no pueden ignorarlo.

Hay una relación muy estrecha entre el pensamiento y el lenguaje. De tal modo que cuando un idioma posee o carece de ciertas palabras o de ciertos matices en los términos, al mismo tiempo permite o impide pensar en ciertas cosas.

Así que la idea de compartir archivos por Internet ahora es una idea bien fija, con gran pesar para los panzones empresarios que comercian con nuestra cultura popular.

Es posible discutir el tema en tres niveles: legal, político y moral.

Primero, hasta ahora en México es legal compartir y bajar archivos de Internet, aún los que tienen copyright, a través de redes como Ares y eDonkey, protocolos como BitTorrent o servidores como Rapidshare. La clave está en que se hace sin ánimo de lucro. Son ilegales los tianguis, donde venden las llamadas "copias pirata".

Pero, lo legal es lo menos interesante. Políticamente, la compartición hasta cierto punto pone en práctica la filosofía comunista. Lo cual es más que positivo. Pero, para darme entender en ese aspecto, habría que aclarar términos. Comunismo no es el sistema político que se ha empleado en países como Cuba, China, Unión Soviética, etc. Les dicen países comunistas por mala leche lingüística para hacer coincidir el término "comunismo" con las malas prácticas de esos países —que no son todas, también tuvieron o siguen teniendo algunas buenas prácticas. Han hecho esto como una forma de contaminarle la mente al pueblo a través del lenguaje para que ya no pueda pensar en valores de igualdad, libertad, fraternidad, etc. a través de otro sistema económico-político que no sea el capitalismo. Eso es perverso, porque el capitalismo no puede impulsar esos valores ya que el valor supremo del capitalismo (la ganancia) los contradice.

Entonces ¿qué es comunismo? Para empezar, no es un sistema político, ni económico. El comunismo es una filosofía y como tal, es multifacética. Puede encarnarse en la práctica de mil y una maneras, esto es, en mil y un sistemas políticos diferentes, menos en el capitalismo, porque este último proviene de la filosofía contraria: el individualismo.

Lo que se dio en los equivocadamente llamados "países comunistas" fue la puesta en práctica del sistema SOCIALISTA. El socialismo se basa en la filosofía comunista pero no es el comunismo y, de hecho, el socialismo a lo más que podría aspirar es a ser una etapa transitiva hacia un sistema más acorde con la filosofía comunista. Los detalles son complejos.

Como quiera que sea, la libertad, igualdad y fraternidad son mejores que el individualismo. Por eso, la compartición de archivos, como práctica COMUNISTA, es y seguirá siendo algo positivo.

Desde el punto de vista ético, la compartición también es positiva. La ética comunista no sería la única en aprobarla. Desde el utilitarismo (la mayor felicidad para el mayor número de personas) obviamente queda aprobada. Lo mismo desde el imperativo categórico kantiano (obra sólo de forma que puedas desear que la máxima de tu acción se convierta en una ley universal). Y casi cualquier otro sistema ético la aprobaría, excepto unos cuantos que son completamente erróneos.

En conclusión. A compartir. Todos tenemos derecho a tener acceso a la información. Obviamente, no a toda la información. La privacidad también debe ser garantizada. Pero, de lo que estoy hablando es de compartir libros, películas, música. Es decir, documentos culturales públicos.